Hace unos días mientras preparaba una conferencia sobre biotecnología me tope con un articulo interesante, elaborado por Altieri y Rosset; en el cual, los autores explican porque los transgenicos a su parecer, no ayudaran a resolver el problema de la seguridad alimentaria en el mundo y mucho menos el hambre, afirman que estos OGM representan un mecanismo mas de dominio de las grandes trasnacionales sobre el negocio agrícola y un elemento de dependencia de los agricultores.
Si bien el articulo plantean grandes verdades no deja de tener mucho sesgo y un toque antitransgenicos es por ello que considero se deben puntualizar dos aspectos.
En primer lugar, ninguna herramienta por si sola puede resolver los problemas de hambruna, la cual pasa mas por garantizar la accesibilidad a los alimentos que por incrementar la producción global, de forma tal que para dar solución a este mal se requieren de todas las herramientas disponibles, como son el manejo integrado de plagas, el manejo agronómico de los cultivos, fertilidad de suelos, desarrollo de maquinarias de menor impacto en el ambiente, obtención de variedades resistentes, producción orgánica y modelos de agricultura a pequeña escala, entre otras; por lo tanto la biotecnología solo representa una de las lineas de trabajo, no es la panacea solo un medio para acelerar cambios.
Y en segundo lugar la biotecnología es mucho mas amplia, incluye el cultivo de tejidos, el uso de biología molecular para identificación de genes y selección precoz, etc. La ingeniería genética solo es la herramienta mas novedosa y la cual ha recibido mucha atención y publicidad porque el conocimiento del ADN y la capacidad de manipularlo sigue siendo (en el siglo XXI) un tema de difícil discucion por la complejidad de conocimientos que requiere y hasta un tabú en el imaginario colectivo, siempre con el temor que nos genera la posibilidad de clonacion y transgenie en humanos.
En realidad desde su aparición los trasgenicos han generado polémica y cada día aparecen mas indicios de sus posibles efectos negativos sobre organismos vivos como ratones y la posible contaminación con el gen Bt en otros cultivos, principalmente en el maíz, por lo tanto es recomendable tener prudencia al emitir juicios y sobre todo documentarse bien con las investigaciones que se están realizando.
Anexo el articulo completo por considerar una interesante reflexión sobre el tema, con un valioso aporte de información y que contribuye a que cada persone su forme su propia opinión sobre los trasgenicos.
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IDMA, Instituto de Desarrollo y Medio Ambiente,
Peru
Lunes 1ro de octubre de 2001
Las compañías biotecnológicas frecuentemente
afirman que los organismos modificados genéticamente (OMG) - en particular las
semillas transformadas genéticamente - son descubrimientos científicos
indispensables necesarios para alimentar el mundo, proteger el ambiente y
reducir la pobreza en países en desarrollo. Esta opinión se apoya en dos
suposiciones críticas las cuales cuestiono. La primera es que el hambre se debe
a una brecha entre la producción de alimentos y la densidad de la población
humana o tasa de crecimiento. La segunda es que la ingeniería genética es la
única o mejor forma de incrementar la producción agrícola y, por tanto,
enfrentar las necesidades alimentarias futuras.
El presente artículo objeta la noción de
biotecnología como la panacea que solucionará todos los males de la
agricultura, mediante la aclaración de conceptos erróneos relacionados con
estas suposiciones implícitas.
1. No hay relación entre la ocurrencia frecuente de
hambre entre un país y su población. Por cada nación densamente poblada y
hambrienta como Bangladesh o Haití, existe una nación escasamente poblada y
hambrienta como Brasil e Indonesia.
El mundo produce hoy más alimento por habitante que
nunca. Las verdaderas causas del hambre son la pobreza, la desigualdad y la
falta de acceso. Demasiadas personas son demasiado pobres como para comprar el
alimento que está disponible (pero frecuentemente pobremente distribuido) o
carecen de la tierra y recursos para cultivarlos ellos mismos (Lappe, Collins
and Rosset 1998).
2. La mayoría de las innovaciones en biotecnología
agrícola han sido dirigidas a obtener beneficios económicos más bien que
empujadas por la necesidad. La verdadera fuerza propulsora de la industria de
ingeniería genética no es hacer a la agricultura del tercer mundo más
productiva, sino preferiblemente generar ganancias (Busch et al 1990). Esto se
ilustra al revisar las principales tecnologías hoy en el mercado: a) cultivos
resistentes a los herbicidas tales como las semillas de soja "Roundup
Ready®" de Monsanto, semillas que son tolerantes al herbicida
"Roundup®" de Monsanto, y b) cultivos "Bt" que son
transformados por ingeniería genética para producir su propio insecticida.
En el primer caso, la meta es ganar una mayor
participación en el mercado para un producto patentado y en el segundo,
promover las ventas de semillas al costo de dañar la utilidad de un producto
clave en el manejo de una plaga (el insecticida microbiano basado en el
Bacillus thuringiensis) en el que confían muchos agricultores incluyendo la
mayoría de los agricultores orgánicos, como una alternativa poderosa contra los
insecticidas.
Estas tecnologías responden a la necesidad de
compañías biotecnológicas de intensificar la dependencia de los agricultores de
las semillas protegidas por los "derechos de propiedad intelectual",
los cuales se oponen a los derechos de antaño de los agricultores de
reproducir, compartir o almacenar semillas (Hobbelink 1991).
Cada vez que sea posible, las corporaciones
solicitarán a los agricultores comprar los suministros de la marca de su
compañía y prohibirán a los agricultores guardar o vender semilla. Al controlar
el germoplasma de la semilla para la venta y forzar a los agricultores a pagar
precios inflados por paquetes de semillas químicas, las compañías están
determinadas a extraer la mayor ganancia de su inversión (Krimsky y Wrubel
1996).
3. La integración de las industrias de semillas y
químicas parece destinada a acelerar incrementos en los gastos por hectárea de
semillas más productos químicos, lo que procura significativamente menos
utilidades a los cultivadores.
Las compañías que desarrollan cultivos tolerantes a
los herbicidas están tratando de cambiar tanto costo por hectárea como sea
posible del herbicida hacia la semilla por la vía de los costos de la semilla
y/o costos tecnológicos. Las reducciones crecientes en los precios de los
herbicidas estarán limitadas a los cultivadores que compren paquetes
tecnológicos. Muchos agricultores están dispuestos a pagar por la simplicidad y
robustez del nuevo sistema de manejo de plagas, pero tales ventajas pueden
tener corta duración ya que surgen problemas ecológicos.
4. Pruebas experimentales recientes han mostrado
que las semillas fabricadas por ingeniería genética no aumentan el rendimiento
de los cultivos. Un estudio reciente del Servicio de Investigación Económica
del USDA (Departamento de Agricultura de los EEUU) muestra que los rendimientos
de 1998 no fueron significativamente diferentes en cultivos provenientes de la
ingeniería genética contra los que no provenían de la ingeniería genética en 12
de las 18 combinaciones de cultivo/región. Esto fue confirmado en otro estudio
que examinaba más de 8,000 pruebas de campo, donde se encontró que las semillas
de soja Roundup Ready® producían menos bushels de semillas de soja que
variedades similares producidas convencionalmente (USDA, 1999).
5. Muchos científicos explican que la ingestión de
alimentos construidos por ingeniería genética no es dañina. Sin embargo,
pruebas recientes demuestran que existen riesgos potenciales al comer tales
alimentos, ya que las nuevas proteínas producidas en dichos alimentos pueden:
actuar ellas mismas como alergenos o toxinas, alterar el metabolismo de la
planta o el animal que produce el alimento, lo que hace a éste producir nuevos
alergenos o toxinas, o reducir su calidad o valor nutricional como en el caso
de las semillas de soja resistentes a los herbicidas que contenían menos
isoflavones, un importante fitoestrógeno presente en los semillas de soja, que
se considera protegen a las mujeres de un número de cánceres.
Actualmente, los mercados de muchos países en
desarrollo que tradicionalmente han importado soja y maíz de los EEUU,
Argentina y Brasil están siendo inundados por las variedades modificadas
genéticamente de estos productos sin que nadie pueda predecir todos sus efectos
en la salud de los consumidores, la mayoría de ellos ignorantes de que están
comiendo tal alimento.
Debido a que el alimento fabricado por ingeniería
genética se mantiene sin etiquetado, los consumidores no pueden discriminar
entre alimentos, y de surgir serios problemas de salud, sería extremadamente
difícil rastrearlos hasta su origen. La falta de etiqueta también ayuda a proteger
a las corporaciones que pudieran ser potencialmente responsables (Lappe y
Bailey, 1998).
6. Las plantas transgénicas que producen sus
propios insecticidas siguen estrechamente el paradigma de los pesticidas, el
cual está fracasando rápidamente, debido a la resistencia de las plagas a los
insecticidas. En lugar del fracasado modelo "una plaga un producto
químico", la ingeniería a genética enfatiza una aproximación "una
plaga un gen", que ha mostrado fracasar una y otra vez en pruebas de
laboratorio, ya que las especies de plagas se adaptan rápidamente y desarrollan
resistencia al insecticida presente en la planta (Alstad y Andow 1995). No
solamente fracasarán las nuevas variedades sobre las de corto a mediano plazo,
sino que en el proceso pudiera hacer ineficaz al pesticida natural
"Bt", en el cual confían los agricultores orgánicos y otros que
desean reducir la dependencia de productos químicos.
Los cultivos Bt violan el principio básico y
ampliamente aceptado de "manejo integrado de plagas" (MIP), que es
que la confianza en una tecnología particular de manejo de plagas tiende a
provocar cambios en especies de plagas o la evolución de resistencia a través
de uno o más mecanismos. En general, mientras mayor sea la presión de selección
en el tiempo y espacio, más rápida y más profunda la respuesta evolucionaría de
las plagas.
Una razón obvia para adoptar este principio es que
reduce la exposición de la plaga a los pesticidas, lo que retarda la evolución
de la resistencia. Pero cuando el producto es preparado por ingeniería genética
dentro de la misma planta, la exposición de la plaga salta de mínima y
ocasional a exposición masiva y continua, lo que acelera dramáticamente la
resistencia (Gould 1994).
7. La lucha global por participación en los
mercados está llevando a las compañías a desplegar masivamente cultivos
transgénicos en todo el mundo (más de 30 millones de hectáreas en 1998) sin el
adecuado avance en la experimentación de impactos a corto o largo plazo en la
salud humana y en los ecosistemas. En los EEUU, la presión del sector privado
ha llevado a la Casa Blanca a decretar "sin diferencia sustancial" la
comparación entre las semillas alteradas y las normales, evadiendo así la
prueba normal del FDA (Departamento Federal de Agricultura) y el EPA (Agencia
de Protección Ambiental).
A muchos científicos les preocupa que el uso en
amplia escala de cultivos transgénicos conlleve una serie de riesgos
ambientales que amenazan la sustentabilidad de la agricultura (Goldberd, 1992:
Paoletti y Pimentel, 1996: Snow y Moran 1997: Rissler y Mellon, 1996: Kendall
et al 1997 y Royal Society, 1998):
a) La tendencia a crear amplios mercados
internacionales para productos particulares, está simplificando los sistemas de
cultivo y creando uniformidad genética en los panoramas rurales. La historia ha
mostrado que un área muy grande sembrada con una sola variedad de cultivo es
muy vulnerable a nuevas parejas de cepas de patógenos o plagas de insectos.
Además, el uso extendido de variedades transgénicas homogéneas llevar á
inevitablemente a la "erosión genética", según las variedades locales
utilizadas por miles de agricultores en el mundo en desarrollo sean
reemplazadas por las nuevas semillas (Robinson, 1996).
b) El uso de cultivos resistentes a los herbicidas
debilita paulatinamente las posibilidades de diversificación de cultivos y
reduce así la agrobiodiversidad en tiempo y espacio (Altieri 1994).
c) La transferencia potencial a través del flujo de
genes de los genes de cultivos resistentes a los herbicidas hacia parientes
salvajes o semidomesticados puede llevar a la creación de supermalezas (malas
hierbas resistentes a los herbicidas) Lutman, 1999). Existe un potencial para
las variedades resistentes a los herbicidas de convertirse en malas hierbas en
otros cultivos (Duke, 1996, Holst y Le Baron 1990).
d) El uso masivo de cultivos Bt afecta a los
organismos que no son objetivo y a los procesos ecológicos. Pruebas recientes
demuestran que la toxina Bt puede afectar a los insectos beneficiosos
depredadores que se alimentan de las plagas de insectos presentes en los
cultivos Bt (Hilbeck et al, 1998), y que el polen movido por el viento de los
cultivos Bt encontrado en la vegetación natural que rodea los campos
transgénicos puede matar a los insectos no-objetivo tales como la mariposa
Monarca (Losey et al, 1999).
Es más, la toxina Bt presente en el follaje de los
cultivos puede afectar negativamente a las poblaciones de invertebrados del
suelo que descomponen la materia orgánica y desempeñan otros papeles ecológicos
(Donnegan et al, 1995 y Palm et al, 1996).
La teoría ecológica predice que el panorama de
homogenización a larga escala con cultivos transgénicos agravará los problemas
ecológicos ya asociados con el monocultivo en la agricultura. La expansión
incuestionable de esta tecnología en los países en desarrollo pudiera no ser
prudente o deseable. Hay fortaleza en la diversidad agrícola de muchos de esos
países, y no debe ser inhibida o reducida por el monocultivo extensivo,
especialmente cuando las consecuencias de hacerlo así resulta en serios
problemas sociales y ambientales (Altieri, 1996).
Aunque la consecuencia de los riesgos ecológicos
han sido debatidos en círculos gubernamentales, internacionales y científicos,
sin embargo estos debates frecuentemente se han llevado a cabo desde una
perspectiva estrecha que ha rebajado la seriedad de los riesgos (Kendall et al.
1997: Royal Society 1998).
De hecho los métodos para la evaluación de los
riegos de cultivos transgénicos no están bien desarrollados (Kjellsson y
Simmsen, 1994) y existe una preocupación justificable de que el actual campo de
pruebas de bioseguridad dice poco acerca de los riesgos potenciales ambientales
asociados con la producción a escala comercial de cultivos transgénicos. Una
preocupación principal es que las presiones internacionales para ganar mercados
y ganancias está resultando en compañías que liberan cultivos transgénicos
demasiado rápido, sin la apropiada consideración por los impactos a largo plazo
en las personas o el ecosistema.
8. Existen muchas preguntas ecológicas sin
respuesta con relación al impacto de cultivos transgénicos. Muchos grupos
ambientalistas han indicado la creación de una regulación apropiada que medie
entre la experimentación y la liberación de cultivos transgénicos para compensar
los riesgos ambientales y demandar una mejor evaluación y comprensión de las
consecuencias ecológicas asociadas con la ingeniería genética. Esto es crucial
ya que muchos resultados que surgen del comportamiento ambiental de los
cultivos transgénicos liberados sugieren que en el desarrollo de "cultivos
existentes", no hay solamente la necesidad de probar los efectos directos
en el insecto objetivo o maleza, sino también los efectos indirectos en la
planta (por ej. crecimiento, contenido nutritivo, cambios metabólicos), suelo y
organismos que no son objetivo.
Desafortunadamente, los fondos para la
investigación sobre evaluación del riesgo ambiental son muy limitados. Por
ejemplo, el USDA gasta solamente 1% de los fondos asignados a la investigación
biotecnológica sobre evaluación de riegos, alrededor de US$1-2 millones por
año. Dado el actual nivel de despliegue de plantas de ingeniería genética,
tales recursos no son suficientes para incluso descubrir la "punta del
iceberg". Es una tragedia en desarrollo que tantos millones de hectáreas
hayan sido plantadas sin adecuados patrones de bioseguridad.
Mundialmente, tal área (en acres) se expandió
considerablemente en 1998 con el algodón transgénico que alcanzó 6.3 millones
de acres, maíz transgénico: 20.8 millones de acres y semilla de soja: 36.3
millones de acres, ayudados por convenios de mercado y distribución en los que
participan corporaciones y distribuidores en ausencia de regulaciones en muchos
países en desarrollo.
La contaminación genética, a diferencia de los
derrames de aceite, no puede ser controlada interponiendo un muro en su
derredor, y por tanto sus efectos no son recuperables y pueden ser permanentes.
Como en el caso de los pesticidas prohibidos en los países nórdicos y aplicados
en el sur, no hay razón para asumir que las corporaciones biotecnológicas
asumirán los costos ambientales y de salud asociadas con el uso masivo de
cultivos transgénicos en el sur.
9. Como el sector privado ha ejercido más y más
dominio en promover nuevas biotecnologías, el sector público ha tenido que
invertir una cuota creciente de sus escasos recursos en incrementar las
capacidades biotecnológicas en instituciones públicas incluyendo el GCIIA
(Grupo Consultivo sobre Investigación Internacional Agrícola) y en evaluar y responder
a los retos planteados al incorporar tecnologías del sector privado en los
sistemas agrícolas existentes. Tales fondos serían mucho mejor utilizados para
extender el apoyo a la investigación basada en la agricultura ecológica, ya que
todos los problemas biológicos que la biotecnología se propone pueden ser
solucionados utilizando aproximaciones agroecológicas. Los efectos dramáticos
de las rotaciones y el intercalamiento en la salud y productividad de la
cosecha, al igual que el uso de agentes de control biológicos en la regulación
de plagas han sido repetidamente confirmados por la investigación científica.
El problema es que la investigación en
instituciones públicas refleja cada vez más los intereses de las instituciones
financieras privadas a expensas de la investigación de bien público tales como
control biológico, sistemas de producción orgánicos y técnicas generales
agroecológicas. La sociedad civil debe solicitar más investigación sobre las
alternativas a la biotecnología por universidades y otras organizaciones
públicas (Krimsky y Wrubel, 1996).
10. Aunque pudiera haber algunas aplicaciones
útiles de la biotecnología (por ej. Las variedades resistentes a la sequía o
cultivos resistentes a la competencia de malezas), porque estos rasgos deseables
son poligénicos y difíciles de construir por ingeniería, estas innovaciones
tomarían por lo menos 10 años para estar listas para uso en el campo. Una vez
disponibles y si los agricultores pueden afrontarlos, la contribución al
fortalecimiento del rendimiento de tales variedades serían entre 20-35%; el
resto de los aumentos del rendimiento debe provenir del manejo agrícola. Mucho
del alimento necesario puede ser producido por los pequeños agricultores
localizados en el mundo utilizando tecnologías agroecológicas (Uphoff y
Altieri,1999).
De hecho, nuevas aproximaciones de desarrollo rural
y tecnologías de bajo insumo encabezados por agricultores y ONGs en el mundo
están haciendo ya una contribución significativa a la seguridad alimentaria a
los niveles familiar, nacional y regional en África, Asia y Latinoamérica
(Pretty, 1995).
Se han alcanzado aumentos de rendimiento al
utilizar aproximaciones tecnológicas, basadas en principios agroecológicos que
enfatizan la diversidad, sinergismo, reciclaje e integración; y los procesos
sociales que destacan la participación y autorización de la comunidad (Rosset,
1999).
Cuando tales características son optimizadas, se
logra el incremento del rendimiento y la estabilidad de la producción, al igual
que una serie de servicios ecológicos tales como la conservación de la
biodiversidad, la rehabilitación y conservación del suelo y agua, mecanismos
mejorados de la regulación natural de las plagas, etc. (Altieri et al, 1998).
Estos resultados son un punto de partida para
lograr la seguridad alimentaria y la preservación ambiental en el mundo en
desarrollo, pero su potencial y futura extensión depende de inversiones,
políticas, apoyo institucional y cambios de actitud por parte de los que hacen
la política y la comunidad científica, especialmente el GCIIA el cual debe
dedicar mucho de sus esfuerzos para ayudar a los 320 millones de agricultores
pobres en ambientes marginales.
El dejar de estimular a las personas dedicadas a la
investigación agrícola y al desarrollo, debido a la desviación de los fondos y
la práctica hacia la biotecnología, desperdiciará una oportunidad histórica de
elevar la productividad agrícola a formas de mejoramiento social económicamente
viables y ambientalmente benignas.
Miguel A. Altieri, Ph.D.
University of California,
Berkeley
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